Nadie es un ser humano sin una mujer. Tan simple como eso.
Para el correcto entendimiento de esta ley natural, debemos darnos cuenta de que todo lo que ES, independientemente de su naturaleza o nivel, se necesita una energía femenina detrás, lo mismo que también se necesita una masculina.
Tan simple y claramente cierta idea, debería traernos por sí misma el entendimiento de que mujeres y hombres, machos y hembras, siendo diferentes de acuerdo con sus propias naturalezas, son necesarios por igual en el papel creador, y por tanto, obviamente, son iguales en dignidad.
A pesar de tradiciones históricas, que requerirían profundos estudios para entender sus orígenes, (y que resultarían sorprendentes en muchas ocasiones) o a pesar de un entendimiento intencionalmente manipulado sobre viejos textos o libros sagrados, la mujer tiene una dignidad que está fuera de cualquier duda.
Por tanto, todos los abusos que pisotean la dignidad de la mujer, sólo por el hecho de serlo, no deben ser tolerados. Nunca más. En ninguna parte.
Por suerte, la era de la mujer está aquí ya.
La era del hombre ha terminado con una conclusión bastante evidente… que no ha funcionado sacando a las mujeres fuera de su estado natural y su dignidad. Esto no ha traído nada bueno.
No queremos entrar en esos movimientos extraños tales como el feminismo, que llenan sus bocas con palabras de igualdad de género, mientras llenan sus corazones con odio. Y por cierto... olvidan también la verdadera dignidad de una mujer. E intentan al mismo tiempo tomar al asalto la dignidad del hombre como venganza. Esto también está condenado al fracaso.
No es de recibo apoyar o justificar abusos basándose en diferencias culturales o en asuntos religiosos. Una mujer es una mujer en cualquiera de los casos, y la dignidad es la dignidad en cualquiera de los casos también. No es posible aplicar el relativismo para endulzar la cruda realidad de la discriminación de la mujer en el mundo.
Esta discriminación se materializa en violencia doméstica, en la sumisión impuesta, en la falta de libertad en el vestir, en la diferencia entre derechos y obligaciones, en el acceso a la educación y al trabajo, en la protección social, en la indefensión ante algunos mal llamados tribunales, en la presunción de maldad tan sólo porque es una mujer la que está siendo incriminada en un supuesto delito.
No es posible mirar hacia otro lado.
Defender la dignidad de una mujer es una tarea de todos. Empezando por los hombres.
Si ves que se está cometiendo a tu alrededor cualquier indignidad contra una mujer, no importa en qué momento o situación… simplemente, ¡no la permitas!
Tú no serías un ser humano sin una mujer similar. Su dignidad es tu dignidad.
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